El pasado 15 de abril falleció
Fernando Ramón Moliner. Su muerte no es solo la del hijo de María Moliner Ruiz,
sino la de un arquitecto y pensador comprometido con su profesión y con la
sociedad.

Nació en Murcia en 1929. Estudió
en la Escuela Cossío y en el Instituto "Luis Vives" de Valencia. En
1950 comenzó sus estudios de arquitectura y en 1952 viajó a Francia para
entrevistarse con Le Corbusier, su gran maestro.
Al terminar sus estudios, se
casó con Mari y comenzó a desarrollar una interesante e importante trayectoria
profesional como arquitecto y diseñador y constructor de muebles. Sus
primeras obras arquitectónicas se inscribieron dentro de lo que él mismo
denominó "neobrutalismo" y, entre ellas, destacan la Fábrica y
Viviendas de Pontvianne (Salamanca, 1958) o el monumento a Antonio
Machado, en el que participó Pablo Serrano (Baeza, 1966-1983). En 1967 se
trasladó a vivir y a trabajar a Inglaterra. Allí dejó su huella en obras como
el Honeycroft Hill Work Centre (Londres, 1968), dentro de la estética
“Rat-trad”, o la nueva Swakeleys School (Londres, 1972), que calificó como
«brutalismo despótico».
Regresó a España en 1975 e
ingresó como profesor en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de
Madrid. Durante el primer mandato de Felipe González, se encargó de la
Subdirección de Estudios Generales del Ministerio de Obras Públicas y
Urbanismo. Como arquitecto, en esta época, abandonó definitivamente el
«brutalismo» y emprendió proyectos sencillamente «habitables», como el
Centro de Salud de Algete (Madrid, 1988) o las Corralas en el Barrio de la
Trinidad, ya con Ramón, arquitectos, sociedad en la que participaban sus dos
hijas arquitectas (Málaga, 1992).
Además de su labor como
arquitecto y profesor, Fernando Ramón tradujo en la década de los
setenta al castellano obras de autores fundamentales en la filosofía de la
vivienda y en la concepción de las relaciones espacio-sociedad, como Robert
Goodman o John F. C. Turner. Él mismo unió su voz, como pensador y
escritor, a ellos proponiendo en sus escritos otro modelo de entender el
progreso, el espacio, la vivienda. En este sentido, aparte de los numerosos
informes para la administración y colaboraciones en publicaciones
especializadas, destacan sus libros Miseria
de la ideología urbanística (1967), Manuales
críticos de diseño del alojamiento español (1976), Alojamiento (1976) o Ropa,
sudor y arquitecturas (1980).
Fernando Ramón, que fue representante permanente de España
del CLAEU (Comité de enlace de los arquitectos de la Europa unida), fue
galardonado en 2009 con el Premio Nacional de Vivienda del Gobierno de España
y, con este motivo, se publicó el libro Fernando
Ramón. Premio Nacional de Vivienda. 2009 (2011).
Hay que señalar que Fernando Ramón, en profundo desacuerdo
con la decisión de la editorial Gredos de publicar una segunda edición del Diccionario de uso del español de su
madre María Moliner, luchó por que solo se reconociera como tal diccionario la
primera edición del mismo, para la que él había diseñado sus cubiertas. Pero su
voz no siempre fue escuchada y muchas veces silenciada.
Siempre vinculado a Aragón, donde pasó largas estancias
estivales en su niñez, no dudó en volver a visitar Zaragoza, con motivo de la
presentación de nuestro libro sobre María
Moliner y las primeras estudiosas del aragonés y del catalán de Aragón
(2010).
Sirvan estas líneas de profundo afecto y admiración para
recordar al arquitecto comprometido socialmente con su profesión y con la
defensa de una vivienda que mejorara la existencia de sus habitantes. Y, sobre
todo, para recordar a un hombre sabio, generoso,
humilde y de una honestidad e integridad humana poco común, cuyo mejor legado
vital, como siempre manifestaba, fue su mujer, sus hijas y sus nietos.
M.ª Pilar Benítez Marco

Publicado en
Heraldo de Aragón, domingo 7 de mayo de 2017, p. 64
Además, en la revista
Rolde he escrito un artículo más extenso recordando la trayectoria vital de Fernado Ramón: "Fernando Ramón Moliner: la muerte no pre-ocupa cuando tanto ocupa la vida" (Rolde, 160-161, enero-junio 2017, pp. 32-39).